El pozo sin Brocal (Relato de María Luisa Ferreira)
E l pozo sin brocal Ña Fidelina tenía un pozo sin brocal. Estaba en el fondo de la casa de adobe y tacuarillas. Un rancho con techo de paja en medio del paraíso terrenal. La casa de Ña Fidelina tenía exuberancia, muchas sombras donde en la mañana se filtraba un sol somnoliento. Aguacates, mangos y lo más bello: Infinidad de durazneros. ¡Qué hermoso espacio!. Recuerdo las sombras en el suelo, dispersas como pequeñas manchas hechas por el sol que se filtraba entre tantas hojas de diferentes formas. Por el suelo, caminaban las gallinas dejando sus pequeñas huellas, como pellizcos. La casita era una isla rodeada de verde, por el cual se accedía por un portoncito precario, acorde al diseño. Era necesario bordear un largo sendero entre cocoteros y matorrales. No digo malezas, porque las malezas crecen al descuido. Eran matorrales amigos, que se quedaron de propósito como parte del paisaje, conviviendo con las plantas domésticas. La casa de Ña Felicia no era arrasar con lo que hay par